domingo, 15 de abril de 2007

Amanecer Dulce

Empezó a ganar conciencia en aquel domingo nublado cuando sintió algún roce en su abdomen. Era como húmedo. Quizás era sólo un picor incómodo, pero la reiteración del mismo apuntaba a algo voluntario. Con los ojos aún cerrados acercó su mano para saciar tal sensación y se encontró una mano extendida que hacia círculos en torno a su ombligo. Abrió los ojos y entonces vió a su chico desnudo como se introducía el dedo índice en la boca y después acariciaba su ombligo dejando el rastro de la saliva por todo el vientre.

Ella se excitó en dos segundos y al mirarlo imaginaba cómo sería tenerlo dentro. Ella quería dar un paso más en aquel juego. Le agarró del pelo con violencia para echarle la cabeza hacia detrás y le dijo muy seria, con mirada fija y voz sensual: " Necesito otro fluido sobre mi vientre ". Él la entendió al instante. Se puso de rodillas encerrando entre ellas las piernas de su amante y comenzó a tocarse. En treinta segundos su sexo se puso erecto y ya tenía la base para iniciar la masturbación que ella le había pedido con otras palabras. Mientras, ambos se miraban con tensión y deseo. Ella acariciaba también sus pechos para acompañarle.

Sólo fueron necesarios cinco minutos para que gemiera a la par que expulsaba sobre su vientre el fluído que ella le pidió casi en forma de orden. Ella miraba con placer cada gota derramada sobre su pecho. Cuando dejó de caer su fluido, ella se lo extendió por todo el pecho durante unos instantes mientras él cerraba sus ojos. Ahora estaban ambos saciados y la hora les apremiaba, asi que, inevitablemente tendrían que ducharse juntos...quien sabe si llegarían todavía más tarde de lo previsto.

jueves, 12 de abril de 2007

Mordida de Labios

Esos labios atenazados, empapados con la saliva de su tercer amante del mes estaban más secos de lo normal. Quizás el placer de la última hora dejó exhausta su garganta después de las sucesivas bocanadas de aire introducido por la boca. La nariz no ofrecía suficiente oxígeno. La boca ajena sabía distinto a las anteriores y distinta a todas las conocidas ya que no hay dos labios del mismo sabor. El olor de su piel se antojaba poco varonil, pero sus músculos y sus movimientos reflejaban la masculinidad que ella buscaba hace tiempo. Ella esperaba que fueran los primeros orgasmos de largas y frecuentes sesiones de sexo maduro. Él tenía una leve herida en su labio inferior, consecuencia de un intencionado bocado proporcionado por aquella muchacha de tez empolvada mientras la penetraba por detrás, de pie y en una ducha transformada en sauna. No sentía esa grieta, sólo sentía pinchazos en su miembro después de correrse sobre el tatuaje que adornaba la espalda de la mujer. Los dos pares de labios estaban secos, olían a sexo y querían más.